No conozco a ningún español o española a quien no le guste la tortilla de patatas. Otra cosa es que nos guste con o sin cebolla, con otros ingredientes añadidos, más o menos cuajada...
En casa nos gusta con cebolla y muy poco cuajada, es decir, que esté blandita.
Los huevos deben ser los mejores que encontremos, de corral, a ser posible y batidos escasamente, casi rotos sólo.
Solo queda cuajar la tortilla en la sartén y darle la vuelta con cuidado y con un poco de pericia (con plato o tapadera a gusto del cocinero) en el punto deseado y comerla recién hecha (la patata aguanta mal el frío, así que una tortilla guardada en la nevera y luego recalentada es un atentado contra el sabor).
Para 4 personas:
- 5 huevos muy frescos
- 4 patatas medianas
- 1 cebolleta
- 1 pimiento verde
- aceite de oliva virgen extra (AOVE)
- sal
Se pelan las patatas y se cortan en trozos irregulares de tamaño medio (ni muy grandes ni muy pequeños).
Se pone abundante aceite de oliva en una sartén honda y cuando esté caliente, se añaden las patatas troceadas y se baja el fuego. Se incorpora también el pimiento verde, lavado y cortado en dados y la cebolla picada. Se añade un poco de sal.
Se mantienen en el fuego unos 15-20 minutos, hasta que estén blanditas, cortándolas o machacándolas un poco con el canto de la espumadera.
Se baten los huevos en un bol, como he dicho antes, rompiéndolos solamente. No es necesario que estén espumosos.
Se escurren las patatas del aceite. Ahora podéis hacer dos cosas: o bien mezcláis las patatas con el huevo y cuajáis luego la tortilla o, dejáis las patatas en la sartén bien escurridas y añadís encima el huevo, moviendo un poco para que se reparta por la tortilla.
Yo lo hice de esta última forma y me quedó riquísima. Se deja que se haga un instante por un lado y luego se le da la vuelta con la ayuda de un plato o tapadera.
Se añade una pizca de aceite para cuajarla por el otro lado y, tras un breve espacio de tiempo si os gusta poco cuajada, se retira del fuego y se pone en un plato.
Yo la acompañé con un vino asturiano que me regaló un buen amigo (gracias Antonio) llamado Monasterio de Corias.
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