Esta es la típica receta súper-pintona para un picoteo con familia o amigos en compañía de un buen vino.
Soy una ferviente consumidora de solomillo de cerdo, ibérico o blanco. En este caso es ibérico, pero, invariablemente compro el blanco para diario, pues a mis chicos les encanta. Ellos mismos se lo pueden cocinar a la plancha y es una buena manera de comer proteínas sin grasa.
- 1 solomillo de cerdo ibérico (o normal, tú eliges)
- 1 cebolla blanca
- 125 g de champiñones
- 1 bote de perlas de trufa
- 1 barra de pan
- aceite de oliva virgen extra
- sal
- cebollino fresco
Primero se prepara la cebolla, poniendo aceite de oliva en una sartén y añadiendo la cebolla cortada en aros. Se deja que se fría en el aceite hasta que quede doradita sin quemarse.
Se ponen los champiñones en otra sartén, limpios y cortados en láminas, con una pizca de aceite y sal. Se cocinan hasta que pierdan el agua de vegetación.
Se hace, por último, el solomillo. Se pone en una sartén o plancha un poco de aceite de oliva. Cuando esté muy caliente la sartén se añade el solomillo, salpimentado. Se mantiene unos minutos hasta que se dore la superficie.
Se le da la vuelta para que se haga por el otro lado. A mi me gusta crudito, así que no lo cocino mucho, pero podéis dejarlo más tiempo si os gusta más hecho.
Se tuesta el pan en la tostadora o en el horno. Se montan las tostas con la cebolla encima del pan, luego el solomillo cortado en una rodaja de un dedo de grosor, los champiñones y se remeta con unas perlas de trufa y cebollino picado.
Se comen de inmediato.
El vino es Señorío de Uñuela, un joven de cosecha comprado en la Rioja.
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