La sencilla acelga incluso posee un nombre científico modesto: Beta vulgaris. De niña me parecía una verdura insulsa y la relacionaba con las dietas o con las comidas blandas o de ancianos.
Su hábitat original es la región mediterránea, aunque se cultiva extensamente en todas las zonas templadas del mundo.
Sus hojas son grandes y de color verde brillante; sus tallos llamados pencas son blancos, amarillos o rojos según la variedad.
Aporta vitaminas, aminoácidos, betaína, ácido fólico y sales minerales. Es además diurética por su alto contenido en agua (48%).
Afortunadamente, ha cambiado mi apreciación de esta verdura: ahora la cocino todas las semanas y me parece suculenta. (¿Será que me habré hecho mayor?)
- Un manojo de acelgas frescas (contiene aproximadamente 750 g) o bien la misma cantidad de la verdura congelada
- 2 patatas medianas
- 1 cebolleta
- 150 g de jamón serrano cortado en trocitos
- aceite de oliva
- sal
Se lavan y se trocean las acelgas (esta operación os la podéis ahorrar si las cocináis congeladas) y se hierven en una cazuela con agua salada, junto con las patatas enteras. A mi no me gusta la verdura muy cocida, pero mantenedlo el tiempo que estiméis oportuno según vuestro gusto.
Mientras se va pochando la cebolleta en un poco de aceite de oliva y se le añade el jamón cortado en trocitos.
Cuando la verdura está cocida, se rehoga en la "fanfarria" de cebolla y jamón un ratito y se sirve caliente.
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