La crema pastelera casera es uno de los mayores placeres de la repostería. Partiendo de la receta básica, se puede "tunear" infusionando otros ingredientes que le den un sabor diferente.
Este es el caso: he preparado una crema pastelera morena -con azúcar morena- con sabor a naranja y azahar que estaba deliciosa.
Cuando era niña iba a comer los domingos a casa de mi tía Carmina, pues así los veíamos a ella y a mi abuelo Narciso y compartíamos una comida deliciosa de fiesta ( a mi me lo parecía).
Carmina se esmeraba en un menú de dos platos y postre, todo casero y artesano. Ya sabéis que los platos comidos en nuestra niñez tienden a estar sobrevalorados, pero es que los asociamos a momentos de absoluta descomplicación y felicidad.
Esta es una recreación de las natillas caseras de toda la vida, de la receta de mi abuela (pincha aquí), pero con el añadido refrescante del mango.
Si no te gusta el mango puedes hacerlas con melocotón o albaricoques maduros, aunque yo he cocido brevemente el mango para darle la textura de puré o compota.
Trasteando por la red vi esta receta de Gordon Ramsay que he adaptado ligeramente. En casa somos muy adictos a las tartas de queso y, por su aspecto, parece más una quesada que un bizcocho.
Su textura es muy esponjosa, no en vano se elabora con claras a punto de nieve, pero el sabor recuerda más a aquel pastel japonés que recreamos muchos y que apareció durante muchos meses en la web pincha aquí.
Es maravilloso recibir regalos inesperados. En mi caso, además, si el regalo es un ingrediente me entusiasma y me hacer pensar a toda velocidad en qué plato voy a utilizarlo.
Le regalaron a Luis una caja de fresitas de agricultura biológica, de esas que son silvestres, recién cogidas de la mata y con un sabor y dulzura increíbles.
En casa nos encantan las natillas, pero está el problema de siempre: el tiempo. Esta receta no es que se tarde mucho en hacer y merece muchísimo la pena -nada, nada que ver con las envasadas del supermercado- pero entiendo que dé pereza ponerse.
La receta original es la de mi tía Carmina que tengo publicada en el blog con el nombre "Natillas caseras de toda la vida"(pincha aquí) y la he adaptado al sabor de Galleta María.
Hacía mucho tiempo que no subía un postre y, aprovechando que se acercan las fiestas navideñas, he decidido poneros estos vasitos que se hacen en un momento, no necesitan horno y sólo precisan de unas 2-3 horas de frío.
En lugar del clásico tiramisú (si quieres ver la receta pincha aquí) con bizcochos empapados en café, los he empapado en una jalea de frambuesas. Resulta también muy suave y deliciosa.
Probablemente sea el flan uno de esos postres que nos recuerdan más a nuestros abuelos. A ellos les daban esta mezcla de huevos, leche y azúcar horneada al baño María que era tan delicada y deliciosa.
Hoy en día queremos rizar más el rizo y hacemos flanes de casi todos los sabores, tanto dulces como salados.
Me declaro una quesoadicta. Me gustan todas las variedades, españolas, francesas, italianas, británicas, holandesas... Todas me resultan ricas, Me resulta muy difícil cuando me pongo a dieta no comer un poco, pues todos los días lo pruebo.
Tanto los quesos suaves como los intensos me entusiasman. Los utilizo mucho para cocinar, en recetas saladas o, como ésta, dulce.
El nombre de esta tarta que ha pasado a la posteridad se debe a las hermanas Caroline y Stephanie Tatin que en el año 1889 regentaban un hotel con su nombre en el pueblo francés de Lamotte-Beuvron.
Se desconoce si la elaboración de la tarta invertida fue un hecho accidental o la hizo Stephanie con todo conocimiento, el caso es que la receta en la que las manzanas van en el fondo del molde y se cubre con la masa brisa, quebrada o bien con hojaldre ha sobrevivido al paso del tiempo.
Desde que vi esta tarta en la red tuve ganas de hacerla. La oportunidad vino de la mano de la revista Postres de Lecturas que la incluía en su especial.
Mis sobrinas estaban entusiasmadas y mi hijo Álvaro, un nutellólogo empedernido ha aplaudido en cuanto ha visto la tarta. Tendré que hacer una versión para mi ahijada Jimena, pues es intolerante a los frutos secos.
¡Qué poder tiene el chocolate! No conozco apenas personas a las que les guste y somos legión los que necesitamos comerlo a diario. En cuanto saboreamos el delicioso manjar de dioses, nuestro ánimo se eleva y nos reconciliamos con la vida, aunque sólo sea por unos instantes.
Ya en Madrid y con unos meses de exitosa andadura, visitamos la heladería Rocambolesc. El proyecto de Jordi Roca y Alejandra Rivas se encuentra en la última planta de El Corte Inglés de la C/Serrano, 52.
El otro día celebramos el 19 cumpleaños de mi hijo Nacho y él eligió la tarta que quería que le preparara. Como le encanta el plátano me pidió una tarta que llevara crema y , por supuesto, la dulce y deliciosa banana.
Adoro profundamente el chocolate. Tengo una auténtica necesidad de comerlo a diario. No sé qué carencia tendré... jajaja, si nutricional o emocional, pero el caso es que la simple ingesta de un trocito me reconcilia con la vida.
Ya había probado esta tarta en varias ocasiones, sobre todo en celebraciones de bodas, pues se ha puesto muy de moda. La primera vez fue en la boda de mi querida amiga Pilenka y la última el verano pasado en la boda de Gustavo.
A pesar de que han pasado varias semanas desde Navidad, tenía pendiente esta delicia tradicional que puede hacerse en cualquier momento, pues son unos dulces mantecados realmente espectaculares y bastante más ligeros que los populares polvorones de Estepa.
Ya llegamos al último día del año. Quien más y quien menos habrá hecho balance de lo acontecido en su vida en el pasado 2014.
Todos llenamos los platillos de la balanza con los deseos cumplidos, las ilusiones que no cuajaron, los sueños aún faltos por realizar o los que si se culminaron.